La actividad comercial internacional debe ser entendida y gestionada con una nueva mentalidad, surgida de la constante adaptación al cambio, el profundo análisis de los factores que inciden en el proceso y la aplicación del pensamiento estratégico a la toma de decisiones.
martes, 1 de noviembre de 2011
Competir por marca: El branding como activo estratégico de la empresa internacional
"Las empresas no se hacen internacionales por estar en muchos países, sino por ser capaces de crear una cultura global."
Competir por marca: El Branding como activo estratégico para la internacionalización
En la actual situación de crisis global la exportación constituye una necesidad para la empresa y la gestión estrategica de la marca en entornos internacionales se convierte en el principal activo para las empresas de los países desarrollados, que ya no pueden competir por precio contra los emergentes. En este estado de cosas el reto más importante de la empresa se concentra
Actualmente es fundamental incidir en la mejora la eficiencia para ganar competitividad, no sólo en términos de costes sino también de ingresos. Y ahí, sin duda, una parte importante tiene que venir por la vía de la exportación.
El impulso de la marca- país: El caso de España
“España es una marca internacional desde los Reyes Católicos. El problema es que ha sido una marca pasiva, construida a base de episodios nacionales y turismo, fundamentalmente"
Por fortuna, a esa pasividad se ha unido recientemente la actividad de algunas marcas multinacionales que han tenido mucho éxito fuera de España.
Hay que seguir construyendo la marca país pensando en una historia que pueda ser contada y que, además, tiene capítulos previos tremendamente meritorios e interesantes.
Para alcanzar los objetivos es necesario incorporar nuevos protagonistas y tramas que generen el interés de un mercado que es global. En definitiva, trabajar en una marca activa. El ICEX lleva muchos años trabajando por la marca España desde la perspectiva del comercio exterior, pero no es suficiente.
Una marca activa es aquella que se trabaja desde un liderazgo, y ese liderazgo lo debe ejercer el Gobierno de la nación –por ser la marca país– buscando los consensos que sean necesarios. Si no hay liderazgo del Gobierno, no habrá política de marca país.
Además se requiere también de un liderazgo técnico, que tampoco ha existido. Algunos de los impulsos políticos que se han producido en el territorio de la marca han adolecido de falta de capacidad técnica: había muchas ganas de hacer las cosas, pero no se hicieron adecuadamente.
La marca requiere de un impulso político y técnico, y ahí las empresas son embajadoras fundamentales de la marca país. "Por eso han de ser responsables y defender la marca España tanto desde el interior como cuando salen al exterior”.
El proceso de internacionalización de una marca
"Las empresas no se hacen internacionales por estar en muchos países, sino por ser capaces de crear una cultura global"
La idiosincrasia local a menudo ha sido utilizada por los gestores locales para defender sus posiciones de poder. Y, en estos momentos, hay que construir una marca que primero sea global y luego sea local, por ese orden.
Esto no quiere decir que haya que renunciar a los valores, principios e historia que cada una de las marcas aporta (¡cómo vamos a renunciar en China a los valores que representan nuestras conquistas sociales, cuando estamos viendo cuáles son las condiciones de los trabajadores allí!).
Para afrontar la internacionalización de la marca con éxito, se deben seguir varias fases:
a. Revisar los valores de la marca al calor del posicionamiento global: Hay unas tendencias globales que debemos considerar, que tendrán más o menos fuerza en función de las zonas geográficas, pero que deben estar conectadas con nuestros valores.
El proceso de revisión de valores culturales de una organización es muy importante. Si nos damos cuenta, los valores culturales de las empresas son absolutamente intercambiables, todos decimos lo mismo: trabajo en equipo, diversidad, impulso a la innovación… Hay que revisarlos en función de ese escenario global y de aquello que responda con nuestra propia historia.
b. Distinguir entre el componente jurídico y el componente comercial de la marca: Hay que empezar por hacer un análisis jurídico de la marca. En este sentido es necesario distinguir entre denominación de la empresa y denominación comercial. Eso que para los profesionales de la comunicación puede parecer obvio, para muchos gestores empresariales todavía no lo es.
La marca comercial debe tender a la simplificación, a la agrupación; mientras que la marca jurídica es la que figura en el registro y debemos tenerla en cuenta en función de los mercados y de los países, pero nada más.
c. Hacer un análisis de posicionamiento: Hay que definir el conjunto de valores de referencia y cómo compiten, cómo construimos un posicionamiento global que sirva al mismo tiempo para los distintos mercados locales, y considerar que debe producirse un proceso de adaptación.
En paralelo, construir la arquitectura de marca. Solemos dedicar mucho tiempo a la identidad corporativa, y poco a algo que es mucho más estratégico: cómo construimos nuestra marca, sobre todo cuando estamos hablando de grupos que o bien tienen muchas marcas o bien tienen muchas posiciones con la misma marca. Definir cómo se declina nuestra marca desde el punto de vista estratégico es fundamental. Inmediatamente después, viene la identidad corporativa.
d. Tener en cuenta la dimensión digital: Seamos una empresa con mercado local, internacional o ya global, la marca tendrá una trascendencia global en el mercado digital, queramos o no.
Eso requiere, en primer lugar, un proceso de monitorización muy importante (tenemos que saber cómo está operando nuestra marca en el mundo global de Internet) que la tecnología ya resuelve, y una interpretación de los datos que nos proporciona. Para eso estamos los profesionales de la comunicación y de la marca.
En segundo lugar, esa monitorización debe permitir acceder a alertas: anticipar cuáles son los riesgos y cómo conjurarlos antes de que se produzcan. Con Internet, esos riesgos han crecido de forma exponencial.
En tercer lugar se debe definir una estrategia de marca que debe tener en cuenta la dimensión digital, pero sin despegarse de la realidad; y cuarto: pasar a la acción.
Conclusión
La realidad está mucho más del lado de los valores que seamos capaces de transmitir a partir de nuestra marca, que de los sucesos puntuales que puedan ocurrir alrededor de ella. El conocimiento, la diferenciación con la competencia y el prestigio de la empresa se construyen a partir del valor de la marca y su posicionamiento estratégico.
Fuente: José Manuel Velasco/ Executive Excellence
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