miércoles, 9 de noviembre de 2011

Necesidades estratégicas de la empresa del siglo XXI: Sin redes no hay paraíso


"¿Trabajo en redes? Si no estoy, no existo"

La empresa en el siglo XXI: Sin redes no hay paraíso.

"En cualquier momento y en cualquier lugar". Así rezaba el lema de un gran operador en los primeros años noventa cuando ya se vislumbraba un futuro, aún impredecible en los detalles, pero en el que las comunicaciones serían capaces de romper las barreras de la distancia y el tiempo.

No obstante, no dejaba de ser un desiderátum. Internet no había explotado todavía y el teléfono móvil era un lujo al alcance de pocos.

En muchos países, entre los que España no fue excepción, se inició un proceso de liberalización que introdujo la competencia en el sector de las telecomunicaciones que, entre otras ventajas, ha facilitado a empresas y ciudadanos servicios más asequibles y ha acelerado los procesos de innovación con evidentes beneficios para todos.

Aunque de manera incipiente para lo que aún está por venir, hoy ya podemos aventurarnos a decir con certeza que ese lema ya es una realidad.

La red ha sido un elemento esencial para poder haber alcanzado la situación actual y sin la cual no habría sido posible la evolución tecnológica que estamos experimentando. Durante más de cien años, las redes de telecomunicaciones tradicionales han tenido al cobre como base; pero, para el salto que se ha producido, resultaban insuficientes por su número, tamaño, complejidad de gestión y limitada capacidad.

El desarrollo de la industria de los servicios y contenidos electrónicos exige cada vez mayores prestaciones a las redes que los hacen posibles. Los usuarios reclaman mayores velocidades de acceso para disfrutar de las nuevas oportunidades de comunicación y los operadores intentan satisfacer esa demanda actualizando al máximo las tradicionales redes de cables de pares de cobre, coaxiales y de comunicaciones móviles. Pero aún falta un paso más.

Ese paso sin duda se encamina definitivamente hacia las nuevas redes de fibra óptica que permiten incrementar exponencialmente las prestaciones. Hablamos de las Next Generation Networks (NGN) o Redes de Nueva Generación.

Están basadas en tecnología IP donde convergen servicios de voz, datos y multimedia complejos en una sola red junto a una gran capacidad, con velocidades de hasta 1.000 Mbps, que es precisamente lo que las empresas necesitan para disponer de servicios que les hagan ser más productivas y más competitivas, debido al correspondiente ahorro en medios, inversiones y operaciones, y además soportan clases de servicios que permiten asignar distintas prioridades de tráfico en función de la criticidad del servicio que estamos utilizando.

Toda esta evolución está transformando la manera en que las personas y las empresas se comunican y al mismo tiempo supone un desafío para operadores, fabricantes, usuarios y reguladores.

Para los usuarios, bien sean particulares o empresariales, las redes de nueva generación conducen a un nuevo mundo de servicios que podrán ser ofrecidos con independencia del dispositivo que se utilice.

La evolución de estas redes de nueva generación supone que el usuario puede tener acceso a la información independientemente del cómo, cuándo y dónde. Es lo más cercano a la ubicuidad que hemos conocido nunca. Podremos conectarnos en cualquier momento y cualquier lugar.

Para las empresas, la mejora de la productividad y la reducción de costes serían suficiente razón para su adopción inmediata, pero las ventajas de las nuevas redes van más allá y añaden un plus al potencial de innovación.

Aparte de una clara mejora en la operación y en mejores funcionalidades de los servicios ya existentes que repercuten en una mejora de la eficiencia operativa, están apareciendo nuevas posibilidades en torno a las comunicaciones unificadas y movilidad que van a permitir a las empresas que los utilicen unas importantes mejoras en su competitividad.

Ejemplos como el teletrabajo, el cloud computing y las videoconferencias ya superan barreras geográficas y con más facilidad se podrán aprovechar las sinergias que genera el talento compartido dentro y fuera de las organizaciones.

Las NGNs además van a permitir nuevos servicios y funcionalidades en entornos hasta ahora poco desarrollados como es M2M o de Máquina a Máquina, donde los dispositivos, servidores y en general cualquier máquina conectada a una red van a poder intercambiar información para que un usuario viva mejor o una empresa sea más competitiva. Algunos ejemplos de las miles de posibilidades que vienen son: gestión de alarmas domésticas, TPV (Terminal Punto de Venta), contadores de agua/gas/electricidad, paneles informativos en carreteras, máquinas vending, telemantenimiento de ascensores, estaciones meteorológicas, acceso a los electrodomésticos en remoto, y así un largo etcétera.

Adicionalmente, el impacto social que tendrán en ámbitos como la educación o la sanidad son también ilusionantes. La posibilidad de impartir clases interactivas por videoconferencia, por ejemplo, redundará en nuevas oportunidades para el sistema educativo y sin duda facilitará el rendimiento de los estudiantes. Para el sistema sanitario, las nuevas redes convertirán a la telemedicina en algo cotidiano, pudiendo realizar consultas médicas y diagnósticos a distancia.

No podemos olvidar tampoco la repercusión económica que suponen las inversiones en las nuevas redes, uno de cuyos efectos inmediatos es la creación de empleo, pero no el único. La inversión en infraestructuras de tecnologías de la información no implica únicamente una mejora de los servicios que actualmente se prestan, sino que por su efecto multiplicador suponen un salto cualitativo que va a contribuir a impulsar el crecimiento de la economía y del bienestar de los ciudadanos.

Esto tiene que ser suficiente motivo para que todos nos involucremos en el proceso de creación de una infraestructura TIC avanzada y de manera especial a los poderes públicos que, más que nunca, en un contexto de crisis como el actual, tienen que facilitar y estimular las inversiones.


El ámbito regulatorio es el que sin duda plantea retos más complejos. El regulador a la hora de llevar a cabo su actividad tiene que atender a las necesidades de los usuarios y de los agentes, aunque sin olvidarse de establecer un marco cierto y favorable a las inversiones y a la existencia de competencia efectiva que haga sostenible el nuevo entorno tecnológico.

Así, el desarrollo de las redes de nueva generación supone una oportunidad única para, partiendo de la experiencia pasada y de los éxitos y fracasos que ha aportado, definir las medidas regulatorias que permitan incentivar la competencia en el mercado y con ello la inversión y el bienestar de los usuarios.

Con todo ello tenemos la oportunidad de construir nuestro futuro pero también tenemos que ser realistas. El nivel de implantación de la banda ancha en España alcanza al 20,7% de la población situándose así por debajo de la media comunitaria del 23,9%, según los datos sobre la evolución de la conexión a Internet en la UE, publicados por la Comisión Europea a finales de 2009.

No se está invirtiendo lo necesario para desarrollar nuevas redes de acceso al nivel que lo hacen otros países de nuestro entorno y como resultado nuestros precios están por encima de la media.

Conclusión

Las nuevas tecnologías plantean un futuro ilusionante de ubicuidad, servicios avanzados y prosperidad económica. Pero también son un reto en el que ese futuro va a depender de las decisiones que ahora tomemos.

Necesitamos un impulso decidido por parte de los poderes públicos para que se articule un modelo donde las inversiones tengan el retorno necesario para llevarlas a cabo por parte de los operadores que pueden y deben hacerlas.

¿Podemos permitirnos el lujo de no acelerar el paso? La realidad es que no. La inversión en redes de nueva generación es una necesidad urgente que no sólo nos hará más eficaces y más productivos, sino que estimulará la economía haciéndola más dinámica y sostenible generando más empleo y bienestar.

Fuente: Ana Lledó Tarradell/ Executive Excellence

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