sábado, 11 de agosto de 2012

Managment empresarial en entornos difíciles: Como mejorar el rendimiento y la eficacia personal


"La suma de los resultados particulares es lo que permite un buen rendimiento de la empresa de forma global."

Managment empresarial en entornos difíciles: Como mejorar el rendimiento y la eficacia personal

Una secretaria que optimiza al máximo la agenda de su jefe, un operario que logra fabricar más unidades en menos tiempo o un director comercial que incrementa las ventas en un 10% son ejemplos de profesionales eficaces.

A nivel laboral, ser eficaz consiste en conseguir resultados positivos en el trabajo. Y cuanto mejores sean los resultados que obtiene, más eficaz es un profesional. La suma de estos resultados particulares es lo que permite un buen rendimiento de la empresa de forma global.

Existen numerosos factores que influyen en la eficacia personal. Y se puede trabajar para mejorarlos, según explica el colaborador científico del IESE Pablo Maella.

Ser más eficiente depende más de la propia persona que de los jefes o la empresa. El propio individuo puede llevar la iniciativa de la mejora de su eficacia a través de una serie de comportamientos.

Las seis variables de la eficacia

Los seis factores principales que llevan a la eficacia personal son la responsabilidad, la capacidad, la automotivación, la autogestión, la suerte y la simplificación.

Cualquier profesional puede incidir, con mayor o menor intensidad, en la gestión de todas estas variables con excepción de la suerte. En concreto, la responsabilidad, la simplificación, la capacidad y la automotivación dependen básicamente de la persona. Por su parte, la autogestión depende más de los directivos –que establecen el marco organizativo de la empresa–, si bien el profesional puede tratar de influir sobre la misma.

El profesional que obvia que la gestión de la eficacia individual depende principalmente de él mismo no podrá ser efectivo- Por ello, la responsabilidad es la base de la eficacia personal; es el pedestal que la soporta y la sustenta. Si renuncias a asumir la iniciativa de tu rendimiento, nadie lo podrá hacer por ti; la responsabilidad no es delegable. Así, la responsabilidad se erige como el motor de la eficacia en la medida que dispone al profesional para asumir los compromisos y deberes derivados del trabajo.

La capacidad implica que el profesional disponga de los conocimientos y habilidades necesarios para realizar sus tareas y alcanzar sus objetivos.
Para ser eficaces no basta con “saber hacer” nuestro trabajo, también tenemos que “querer realizarlo” (automotivación).


Por último, hay que “poder hacerlo”, lo que sucede cuando disponemos de autogestión, es decir, que la empresa proporcione al trabajador las condiciones organizativas adecuadas para poder rendir. En definitiva, que a la persona se le facilite aplicar sus capacidades y automotivación.

La suerte, que suele tratarse poco en la bibliografía de gestión, es un elemento importante que puede afectar al rendimiento individual tanto positiva como negativamente. Se pueden alcanzar buenos resultados a pesar de no haber actuado correctamente y, a la inversa, obtener malos rendimientos trabajado de manera adecuada si las circunstancias ajenas al profesional han sido desfavorables. La persona debería actuar como si esta variable no estuviera (aunque siendo muy consciente de que existe).

El último factor que incide en la eficacia es la simplificación (no confundir con simplismo), que consiste en hacer las tareas de la manera más sencilla posible. Se trata de un elemento multiplicador de la eficacia, ya que permite conseguir resultados con menos recursos.

Consejos para una mayor eficacia

Toda persona puede mejorar su rendimiento si desarrolla y trabaja una serie de comportamientos concretos asociados a cada una de las variables de la eficacia. Por ejemplo, la responsabilidad va ligada a establecer y asumir objetivos relevantes y realistas; al esfuerzo y la tenacidad; a ser proactivo y no caer en el victimismo cuando los resultados decepcionan. Para mejorar la capacidad, es recomendable que la persona desempeñe cargos acordes a sus habilidades y se esfuerce en desarrollar las aptitudes necesarias para estas tareas.

Por otra parte, un profesional que trate de eliminar o minimizar los elementos de desmotivación que haya en su trabajo y se esfuerce por conseguir metas desafiantes y exigentes, mejorará su automotivación. Si el empleado carece en su trabajo de la suficiente autonomía de actuación, tendrá que luchar por conseguir un mayor margen de autogestión o irse a otra empresa donde confíen más en él y le den más poder de decisión.

Poco se puede hacer para luchar contra la suerte, pero quejarse continuamente de la mala suerte es poco efectivo. En lugar de autocompadecerse, es mejor gestionar proactivamente las consecuencias de una mala racha. Por último, tratar de hacer más sencillas las tareas, saber priorizar y ser capaz de centrarse en lo importante son aspectos clave para la simplificación.

Conclusión

No se trata de fórmulas mágicas, pero si los profesionales se esfuerzan por poner en práctica estas conductas conseguirán mejorar su eficacia personal.

Fuente: Pablo Maella/ IESE Insight

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