domingo, 26 de febrero de 2012

Similitudes y diferencias interculturales en los negocios: ¿Factores críticos o ventajas competitivas?


¿Cómo puede ser que dos países que aparentan ser culturalmente similares y que tienen en común una historia y un idioma compartido puedan producir experiencias negativas y problemáticas en el ámbito de las asignaciones internacionales y el desarrollo de negocios?


Similitudes y diferencias interculturales: ¿Factores críticos o ventajas competitivas?

Hay algo crítico para aprender de estos casos: Las culturas que comparten aspectos significativos de semejanza, pueden presentar aún mayores desafíos para el ajuste del expatriado, aunque evidentemente, en una forma diferente o por razones distintas de lo que sería en culturas con diferencias claras y extremas.

En términos formales, se denomina a este fenómeno “el peligro de las Culturas de Similitud”, donde el parecido que existe entre las culturas tienden a enmascarar cualquier diferencia, llevando a que se las ignore o descarte y en consecuencia, nunca se las enfrenta realmente.

En cambio, se deja que estas diferencias crezcan, bajo la superficie, hasta que usualmente se revelan a sí mismas sorprendiendo a todos a través de un negocio frustrado o una reubicación malograda. Incluso hasta el punto de enviar a la familia de vuelta a casa, a veces un poco desconcertada, pensando qué fue exactamente lo que salió mal en una cultura que se sentía, en un comienzo, tan “suya”.

Esto por supuesto, en cierto nivel es un problema de expectativas. Si nos estamos mudando a o trabajando con una cultura que es claramente diferente en una manera obvia y perceptible, entonces nuestro radar se encuentra ya configurado para esperar y lidiar con cada pequeña diferencia a medida que aparecen.

En un comienzo, hasta podemos encontrar que tales diferencias son simpáticas y emocionantes. Y cuando se vuelven molestas y problemáticas, como generalmente suele suceder, no nos sorprende cómo resultan los hechos. Sin embargo, cuando nos mudamos a o trabajamos con Culturas de Similitud, nuestro radar se encuentra en modo de pausa.

No esperamos diferencias, por lo que cuando finalmente emergen, nos sorprenden y en muchos casos se vuelven irritantes. Si un argentino, por ejemplo, es asignado a India, el supuesto usualmente será que habrá muchas diferencias con las que tratar y por lo tanto, las sorpresas no serán demasiado impactantes. Sin embargo, si un argentino es asignado a Chile, el supuesto más típico es que no existen diferencias reales, y aquellas que haya, serán pequeñas e insignificantes (sólo una diferencia en el acento y algunas palabras raras como “pololo”, por ejemplo).

Si la expectativa de diferencia es grande, se nos induce a intentar lidiar con ellas. Si las expectativas de diferencia son bajas, tendemos a sorprendernos cuando aparecen y con frecuencia las manejamos mal.

Una regla intercultural básica es que las similitudes no hacen al problema, las diferencias sí. Por lo tanto, aún cuando la diferencia cultural es pequeña, esta puede generar malos entendidos que lleven a graves problemas.

Nadie niega que Argentina y Chile tienen más cosas en común de lo que los separa. Sin embargo, las Culturas de Similitud tiene la insidiosa habilidad para causar problemas reales, precisamente porque son más pocas, más subliminares y fácilmente disimuladas.

Pero aún así si son reales y si se ignoran, pueden socavar una transferencia internacional exitosa o una relación de negocias tan fácilmente como si la situación fuere entre dos culturas con diferencias obvias. Y quizás hasta más.

¿Es parecida su cultura a la de países con los que desarrolla negocios? ¿Existen tantas similitudes que dificultan detectar diferencias críticas para la gestión efectiva de relaciones de trabajo?.

Fuente: Iceberg Consulting

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