lunes, 9 de junio de 2014

El camino hacia el éxito en la gestión empresarial: Aníbal, modelo de liderazgo genial y brillante

"Éxitos no aprovechados y mente prisionera del pasado (Ganar batallas y perder la guerra, pasar de proactivo a reactivo). “Los dioses no conceden todos sus dones a una sola persona. Tú sabes conseguir las victorias, pero no sabes aprovecharlas”. Así habló Maharbal, lugarteniente de Aníbal cuando este, tras su gran victoria en Cannas (216 a. C.), se detuvo en Capua doce años y se negó a marchar sobre Roma".

El camino hacia el éxito en la gestión empresarial: Aníbal, modelo de liderazgo genial y brillante.

El guión de vida de Aníbal se puede resumir en cinco breves mensajes, algunos del campo militar y otros de ámbito filosófico o de la vida misma:

1.Además de ganar una batalla, hay que explotar el éxito.

2.Ganar batallas es importante, pero además hay que ganar la guerra.

3.Lo que en el pasado era cierto, puede no serlo en el presente.

4.Lo que nos trae el éxito en el presente puede traernos el fracaso en el futuro.

5.No se puede actuar en el presente bajo paradigmas del pasado.

Aníbal (247-183 a. C.), hijo mayor de Amílcar Barca (“fulgor” en fenicio), fue probablemente el más brillante general y estratega militar de la antigüedad. Su historia discurre paralela a Roma y a la de la familia Escipión.

La Primera Guerra Púnica (265-241 a. C.) acabó con Roma y Cartago maltrechas, con la rendición de Amílcar, la pérdida de Sicilia, Córcega y Cerdeña por parte de Cartago, y la hegemonía romana en el Mediterráneo. Durante más de veinte años, ambas potencias se lamieron las heridas y se aprestaron para el siguiente encuentro: Amílcar, reorganizando el ejército y dominando la anarquía en Cartago; Roma, integrando el Norte, Sicilia, Liguria y el sur de la Galia, poco a poco. Mientras Roma se estructuraba en estado, Amílcar controlaba las política en Cartago y preparaba el desquite.

Antes de iniciar la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.), Amílcar, según autores como Tito Livio, condujo al templo a su yerno Asdrúbal y a sus tres hijos, Aníbal, Asdrúbal y Magón, haciéndoles jurar ante el altar de Baal-Haman que vengarían a Cartago. “Juro que, en cuanto la edad me lo permita (…) emplearé el fuego y el hierro para romper el destino de Roma”, fueron las palabras que dicen, con diez años, pronunció Aníbal para que su padre le permitiera acompañarle.

Ya en Hispania, preparando la Segunda Guerra Púnica, Amílcar hizo verdad el juramento de su hijo. Excavó minas, extrajo el hierro y lo labró para fabricar armas. La muerte en un combate con los iberos en la actual Elche de la Sierra, tierra indómita y montaraz, le sorprendió joven. Asdrúbal, constructor de Cartago Nova/Cartagena, ejerció eficazmente el mando ocho años. Murió vilmente asesinado por un sicario y Aníbal, que casi también fallece en esa emboscada, fue proclamado general en jefe a los veintisiete años. Ya había pasado diecisiete bajo la tienda, con soldados.

Aníbal inició en 218 a. C. la Segunda Guerra Púnica atacando Sagunto, amiga de Roma, al sur del Ebro, en “terreno” cartaginés. Comenzó un viaje con destino Roma sin fecha de retorno. Cruzó el Ebro con treinta elefantes, cincuenta mil infantes y nueve mil jinetes. Pasó los Pirineos, atravesó Marsella y las tribus galas amigas de Roma, que le permitieron el paso. Superó los Alpes y llegó a la hermosa llanura Padana con 27.000 hombres, menos de la mitad de los que partieron.

Sus victorias en Tesino, Trebia y Trasimeno sumieron a Roma en el más profundo pánico, pero pasó de largo para sorpresa de todos. La culminación militar de su campaña fue Cannas, un ejemplo de estrategia militar que según muchos jamás ha sido superado en la historia.

Pero, según se acercaba a Roma, Aníbal descubría que algo cierto en el pasado no lo era en el presente. Por los relatos de su padre, una derrota en Italia separaría a la Urbe de sus aliados, que se le unirían, como sucedió en tiempos de Amílcar, veinte años antes. Ahora, Aníbal veía que la esperanza de separar a Roma de sus aliados no era totalmente cierta. Italia formaba un bloque con la Urbe. Amílcar se enfrentó a pueblos y tribus aislados y relativamente dispersos, y Aníbal se encontraba frente a una Roma estructurada, y con un enemigo común: él.

Aníbal contemporizó en Capua (“las delicias de Capua”) doce años fomentando una desintegración de la confederación italiana, así como la búsqueda de nuevas alianzas y refuerzos que le permitieran alcanzar el control del mar. Estos refuerzos nunca llegaron. Su hermano Asdrúbal cayó en Metauro, tras cruzar los Alpes en su ayuda. Aníbal recibió la cabeza de su hermano en Capua. Nada que ver con quedarse disfrutando de las delicias de Capua. Un hombre que lleva a cabo una marcha con aquel ejército de elefantes, infantería y jinetes, desde el Ebro, atravesando los Pirineos y los Alpes, no se queda “disfrutando” a no ser por causas mayores y muy poderosas.

En 204 a.C. Escipión embarcó con su escuadra hacia Cartago, para atacarla, y esta reclamó a Aníbal. Para este, la guerra ofensiva se transformaba en defensiva. En 202 a. c. volvió a la ciudad de donde salió a los nueve años, alineándose con sus veteranos para la batalla de Zama. Si en Cannas fue la caballería la clave de la victoria de Aníbal, Escipión había aprendido la lección. En Zama, Masinisa, rey de Numidia, puso su caballería al servicio de Escipión. La misma estrategia de tenaza aplicada por Aníbal en Cannas fue usada contra él en Zama. Lo que nos trae el éxito nos puede traer el fracaso si solo repetimos la experiencia en vez de aprender de ella. En Cannas, Aníbal llevó la iniciativa. En Zama, la iniciativa fue de Escipión, quien aprendió de la experiencia.

El liderazgo de Aníbal.

A grandes rasgos, el liderazgo de Aníbal puede resumirse en:

1.Genio creativo, brillante en estrategia militar, ejemplar en la historia. Militar, no estadista.

2.Un mensaje y guión paternal duro, asumido desde la infancia, que resta flexibilidad y genera rigidez mental ante alternativas. “Vengador, esclavo de su destino”.

3.Pensar que el presente es una prolongación lineal del pasado. Sublimar el mensaje paternal y convertirlo en oráculo a seguir.

4.No pensar que lo que nos trae el éxito nos trae el fracaso. Repetir experiencias vs. aprender de la experiencia.

5.Pasar de proactivo a reactivo. Renunciar a la iniciativa y a la ventaja competitiva que le proporcionó el desastre romano de Cannas. Pasar de depender de sí mismo a depender de la iniciativa de otros y tener que reaccionar ante ellos, hasta su final en Zama.

Finalmente, en psicología profunda, al no rematar sus victorias, Aníbal podría haber sufrido el llamado síndrome del “Miedo al Éxito”, consistente en no alcanzar el triunfo y “traicionarse” cuando se tiene al alcance de la mano. Aníbal tenía fama de cruel y, cuando el cruel está a punto de alcanzar el éxito, un sentimiento de culpa “traicionero” e inconsciente le lleva a deshacer el camino logrado por medios malvados o discutibles, saboteando su triunfo. Es solo una hipótesis entre otras.

Existe una diferencia clave entre Aníbal y Publio Cornelio Escipión. La visión estratégica de Aníbal era lineal, como una secuencia de batallas que ganó cuando tuvo la iniciativa y perdió cuando la iniciativa era del enemigo y él solo reaccionaba. El genio estratégico de Aníbal culminaba en cada batalla y victoria. La visión de Escipión no era lineal, sino estructurada, sistémica, estratégica: cada batalla era no solo un fin para la victoria, sino, sobre todo, un medio, un peldaño más para ganar la guerra, su fin principal. Lo que para Aníbal era estrategia, para Escipión era táctica, dentro de una más amplia estrategia de guerra.

Fuente: José Medina/ Excecutive Excellence

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