domingo, 3 de febrero de 2013

Liderazgo: El cambio viene del miedo y la transformación del valor


"El desarrollo de un liderazgo tiene que ser necesariamente integral, de lo contrario crearemos personas y modelos de gestión perversos".

Liderazgo: El cambio viene del miedo y la transformación del valor.

La psicología crea la economía, desde el sentido etimológico de la palabra economía: es la gestión de la casa, la gestión de lo cotidiano. Si no hay calidad en el alma, en la psique, no puede haber calidad en la materia. Si uno no cuida aquello que no se ve, también descuida lo que se ve. Gestionar el alma significa conocer muy bien los procesos psicológicos.

Hay conceptos que deberíamos manejar con mucha facilidad, pero que no conocemos porque forman parte de una gran asignatura pendiente: la inteligencia psicológica. Cuál es la diferencia entre sentimiento y emoción, entre dolor y sufrimiento.

Nuestro proceso de aprendizaje tiene dos puertas de entrada: la convicción o la compulsión. Muy pocas personas tienen el coraje –la consciencia por la cual merece la pena arriesgarse– de cuestionar su sistema de creencias.

En determinados procesos de coaching, se trata a todo el mundo de la misma manera, cuando hay estructuras de personalidad bien distintas cuyos canales de comunicación y puertas de entrada son, por tanto, muy distintos. No es lo mismo un perfil dominantemente empático, cuya puerta de entrada es la emoción (cómo estás, cómo te fue el fin de semana, está bien tu mujer, me gustaría pedirte algo, habría que hacer esto) que un perfil metódico (¿Todo bien? Mira, tenemos que hacer esto para el miércoles). Si el metódico trata al empático como metódico, el empático se siente maltratado; si el empático trata al metódico como empático, el metódico se siente chantajeado.

Nuestro inconsciente no es más que una programación de creencias que se construye en la infancia para nuestra protección y perpetuación, pero que si no las cuestionas tienden a establecerse como una letanía.

Las creencias se pueden articular en tres ejes o dimensiones: lo que yo creo sobre mí, lo que yo creo sobre el otro, y lo que yo creo sobre mi vida. A eso se le llama la postura existencial.

El ego nos ayuda a sobrevivir, pero como decía Paracelso, “el veneno depende de la dosis”. Es necesario conocer nuestro ego, pero también conocer nuestro self (término acuñado por Carl Rogers que hace referencia al ser desnudo y puro).

Este self se manifiesta con claridad desde que un niño empieza a hablar, con poco más de un año, hasta sus tres primeros años de vida; también en aquella persona que, a base de golpes, ha conquistado su alma desde la humildad, desde la gratitud, que tiene autenticidad; así como en las personas mayores que esperan la muerte sin miedo.

El self manifiesta una sabiduría no condicionada, que no inteligencia. La inteligencia implica resolver enigmas, pero no es garantía para un buen liderazgo. Hay personas sabias que no destacan por un proceso intelectual brillante, pero que tienen la lucidez de percibir cosas que otros no.

Es importante establecer la diferencia entre el self y el ego, porque el desarrollo de la ecuación potencial en un ser humano pasa por lidiar el ego para llegar al self, y desde el self desarrollar el potencial de inteligencia, la capacidad de amar y la capacidad de actuar.

Séneca decía que la buena suerte es el lugar en el que confluyen la preparación y la oportunidad. Si la oportunidad depende del azar, la buena suerte es preparación (que depende de uno mismo), por azar. Buena suerte = preparación x oportunidad.

El azar es inversamente proporcional a la preparación en todas las disciplinas de la vida. Cuanto más preparado estoy, más tiendo a reducir el azar. Azar = 1/preparación.Buena suerte = preparación x azar, o lo que es lo mismo, preparación x 1/preparación. De modo que se anulan: preparación x 1/preparación, y concluimos que buena suerte = 1. Inspirados en Séneca, hallamos esta fórmula que nos da un mensaje muy claro. La buena suerte es uno, tú mismo.
De modo que, podemos hacer muchísimo más de lo que imaginamos, porque el techo de nuestra imaginación viene condicionado por nuestro sistema de creencias inconscientes, que si no son cuestionadas tienden a auto perpetuarse
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Cuando alguien te cuenta los motivos de su mala suerte, básicamente alude a tres territorios, a tres tipos de problemas: porque no he tenido recursos, porque no he sido amado o he sido traicionado, o porque tuve una enfermedad; es decir, dinero, afecto y salud.

Sin embargo, cuando hablas con personas que consideran haber tenido buena suerte, también cuentan historias de vida tan sangrantes o más que aquellas que decían haber tenido mala suerte; muchas veces con crisis, desgracias y tragedias, que no son lo mismo.

La crisis admite reversibilidad, la desgracia y la tragedia no, pero las confundimos porque, psicológicamente, para integrarlas, tenemos un mismo proceso adaptativo llamado duelo, que pasa por diferentes fases.

La realidad se gestiona desde el lenguaje y, si no conocemos el lenguaje, no podemos modificar la realidad, la psicología. La palabra crisis, en griego clásico, básicamente apunta a cinco conceptos: decidir, distinguir, escoger, separar; dicho de manera que aglutine todos los conceptos, cribar. Crisis = cribar. En una situación de crisis tienes que cribar, hay algo que tiene que morir para que otra cosa prevalezca.

Nos han dicho que tenemos dos estados de consciencia: sueño y vigilia. Es mentira. Asumimos que cuando estamos despiertos estamos en vigilia, y cuando estamos dormidos estamos en sueño. Es falso. La mayoría de las personas vive despierta, pero profundamente dormida. El reto es vivir despiertos, en la consciencia del ego y en la consciencia del self, y poner eso al servicio de los demás.

Si no hay interacción psicológica, no puede haber transformación de la realidad.

La confianza es un valor humano con una característica singular: no admite grados. O la tienes o no la tienes, o la das o no la das.Recomiendo la lectura de El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl (neurólogo y psiquiatra austriaco, que sobrevivió a varios campos de concentración nazis (Theresienstadt, Auschwitz, Kaufering y Türkheim), donde fueron asesinados sus padres, sus hermanos y su mujer. Su obra es conmovedora no solo por la crudeza, sino porque por primera vez en la historia hace un análisis existencial.

Frankl dice: "Me di cuenta de que te lo pueden quitar todo en esta vida, excepto la última de las libertades humanas: “la libertad que tenemos de elegir nuestra mejor actitud ante cualquier circunstancia”. Para elegir, tienes que asumir la consciencia. El gran problema es que pocas veces elegimos y pocas veces nos escuchamos de verdad para tener la libertad y el coraje de elegir.

Frankl avanza y da otro concepto: la voluntad del sentido. Se pregunta por qué sobrevivió al campo de concentración. Sin comida, picando piedra durante horas, con un sistema inmunológico deprimido, rodeado de enfermedad

La teoría de la motivación se ha construido desde la premisa fundamental de que nos motiva el placer, pero en realidad hay algo mucho más profundo que nos mueve como seres humanos: el principio del sentido, que nos lleva a la voluntad de servir.

El doctor sobrevive por dos motivos: su voluntad de servir a los demás con su apoyo, con su terapia, eso le hacía levantarse cada día con ganas, a pesar del dolor y el sufrimiento; y por su visión: hay que entregarlo todo al presente e ilusionarse por el futuro. No había día que no se fuese a dormir sin imaginarse a sí mismo contando a sus alumnos lo que había aprendido en el campo.

Cuando, después de la guerra, vuelve a su consulta psicoterapéutica, le van a ver personas a las que les han matado la estirpe, dinamitado la casa y arrasado su comercio, es decir, no tienen nada ni a nadie. Se da cuenta de algo revelador. Cuando alguien le cuenta su drama, siempre termina haciéndole una pregunta, con el propósito fundamental de cuestionarse: “¿por qué no te suicidas?” Los pacientes le responden que no lo hacen porque hay alguien o algo a lo que aman.

El doctor constata una evidencia: los humanos vivimos, estamos programados genéticamente para amar y querer, y eso es lo que da sentido a nuestras vidas.

¿Queremos hacer un buen liderazgo? Propiciemos la transformación.

La vida es una dialéctica evolutiva de pares de opuestos aparentes, luego la crisis es inherente a la existencia. Sin crisis no habría emergencia. Los humanos podemos cambiar por convicción o por compulsión, por valor o por miedo. Cuando cambias por miedo, hablaremos de cambio; cuando cambias por valor, de transformación. El cambio es una ecuación que tiene dos fuerzas opuestas: necesidad frente a resistencia. A muchas personas les cuesta cambiar y se conforman, porque no encuentran un sentido a su cambio.

Frente al cambio entendido como una dialéctica entre una necesidad y una resistencia, está la transformación. El cambio viene del miedo, la transformación del valor. Alguien tiene valor cuando hay un sentido. El valor o el coraje no es la ausencia del miedo sino la consciencia de que hay algo que da sentido y por lo cual merece la pena arriesgarse. Muchas organizaciones no trasladan ningún sentido a su gente, esas personas no saben qué les une ni cuál es el sentido de su trabajo.

La transformación incluye el cambio, con su dialéctica, pero con sentido. Entonces aparece la ilusión, la voluntad, el propósito, la humildad, la alegría. Podemos generar un liderazgo basado en el cambio por compulsión, o en la transformación por convicción. Podemos liderar un proceso sin sentido, o con sentido. El sentido es la capacidad de agilizar el sufrimiento y de transformarlo en amor y creatividad. Los líderes que transforman la realidad son los que deciden romper la cadena que perpetúa la infamia y la transmutan en amor y creatividad.

La capacidad de un ser humano de transformar su entorno es mucho más profunda en la medida en que el otro percibe verdad en sus acciones. Cuando hay armonía entre lo que piensas y lo que haces, eres coherente; cuando hay armonía entre lo que sientes y lo que haces, eres consistente; y cuando hay armonía entre lo que sientes y lo que piensas, eres congruente. El liderazgo que encarna la justicia pasa necesariamente por alinear la coherencia, la consistencia y la congruencia.

Los líderes que transforman el mundo se cuestionan primero el para qué, después el cómo y por último el qué. La transformación se produce cuando confluyen, como mínimo, las siguientes variables: confianza (sin confianza no puede haber compromiso) e inteligencia emocional y social. Es imposible un buen liderazgo y una buena capacidad de adaptación, de transformación, si no hay empatía.

Fuente: Àlex Rovira - Licenciado en Ciencias Económica y MBA por ESADE, es emprendedor, escritor, conferenciante internacional y consultor. Ha vendido cinco millones de copias de sus diferentes títulos y dirige en ESADE diversos seminarios y colabora en otras instituciones de gran prestigio/ Executive Excellence

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